Corre hacía aquel mismo lugar. Se sienta en aquella misma piedra en la que una vez tú la viste. La oscuridad se cierne sobre ella y algo le brilla sobre la mejilla, una pequeña lágrima, tan brillante como la Luna que empieza a desaparecer tras las nubes de tormenta que se aproximan ávidas de descargar sobre el lugar, sobre ella.
Sumida en tinieblas espera que llegue el día de nuevo para no encontrarse en una pesadilla de la que no sabe como despertar, en la que el miedo le gana la partida una vez más. Escucha los truenos cada vez más cerca, y en pocos instantes unas gotas caen sobre su cabeza resbalando por su hombro descubierto hasta romperse con el suelo. Las lágrimas propias se mezclan con las lágrimas del cielo que, una vez más, parecen ayudarle a esconderlas.
Sueño de Luna
Locura incoherente, tiempo irreversible, sueños interrumpidos. Escuchó la ferocidad de sus latidos una vez más, un sentimiento de rabia que le crecía desde lo más hondo de su ser, pero a la vez de impotencia cuando volvía a cruzarse, de debilidad cuando veía que su preciado momento ya nunca volvería. Sentir que no podía hacer más que aferrarse fuertemente a un sentimiento que le daba la energía necesaria para seguir esperando, pero que a la vez le quitaba lo que más luchaba por mantener, por mantenerse fuerte para que ni una sola persona pudiera volver a atravesar aquel frío, aquella nueva aura que le envolvía. Despertar una madrugada más, donde sin motivo revivía todo aquello una y otra vez.
Mantenerse calmada era ahora su prioridad; su mejor compañero, el miedo. No era valiente, nunca lo había conseguido serlo en ninguna ocasión; y esta vez no iba a ser menos, la locura le acogía en su soledad, y se aferraba fuertemente a todo lo que le hacía mantenerse alejada, aunque aquellos instantes, esa lejanía le costaba hasta la última gota de esfuerzo que salía de su interior.
Sueño de Luna